El consejero delegado de NVIDIA, Jensen Huang, ha compartido una anécdota que está dando la vuelta al ecosistema de la inteligencia artificial: según su propio relato, Elon Musk no solo fue el primer gran cliente que apostó por sus superordenadores de IA cuando nadie más los quería, sino que además lo señala como el “fundador original” de OpenAI y, por extensión, de lo que hoy se conoce popularmente como ChatGPT.
Huang recuerda aquel momento como un punto de inflexión. Había decidido invertir miles de millones de dólares en desarrollar una nueva máquina de cómputo para inteligencia artificial, un superordenador especializado cuyo precio rondaba los 300.000 dólares por unidad. Sin embargo, al anunciar el proyecto se encontró con una realidad fría: no tenía ni un solo pedido. Ningún gran cliente se lanzaba a comprarlo.
En ese contexto, aparece Elon Musk.
“Tengo una empresa que podría usar esto”
Según el relato de Huang, ambos coincidieron en un evento en el que estaban debatiendo sobre el futuro de los coches autónomos. En un momento de la conversación, Musk le dijo algo que el CEO de NVIDIA no ha olvidado:
“¿Sabes qué? Tengo una empresa que realmente podría usar esto”.
Para Huang, aquello sonó como música para sus oídos: por fin, el que podía ser su primer cliente. Pero el entusiasmo duró solo unos segundos, hasta que Musk añadió el matiz que le heló la sangre:
“Sí, tenemos esta empresa. Es una organización sin ánimo de lucro.
Es una empresa de IA, sin ánimo de lucro. Y realmente necesitaríamos uno de esos superordenadores”.
Huang admite que, en ese instante, sintió cómo “toda la sangre se le iba del rostro”. Acababa de construir una máquina carísima, con una apuesta de inversión gigantesca, y su primer gran interesado era una organización sin ánimo de lucro, con una capacidad de pago muy limitada sobre el papel.
Aun así, aceptó el reto.
Un superordenador en el maletero rumbo a San Francisco
El CEO de NVIDIA cuenta que construyeron el primer sistema para uso interno, y el segundo lo preparó expresamente para esta nueva organización de Musk. Hasta el punto de que, según su propia historia, él mismo cargó la máquina en un coche y condujo hasta San Francisco para entregarla en persona.
Subió al segundo piso de un edificio donde, dice, todo el equipo estaba “apiñado en una habitación más pequeña” de lo que cabría imaginar para un proyecto de ese calibre. Ese lugar resultó ser la primera sede de OpenAI.
Huang describe a Musk como el primero que realmente creyó en esa visión concreta de supercómputo para inteligencia artificial cuando nadie más quería arriesgarse. Y va un paso más allá al referirse a él como el “fundador original de OpenAI y ChatGPT”, subrayando el papel decisivo de Musk en la puesta en marcha de la organización y en el impulso inicial a la infraestructura necesaria para entrenar grandes modelos de lenguaje.
El contexto: una apuesta que hoy parece obvia, pero en 2016 no lo era
A día de hoy, con NVIDIA convertida en la compañía símbolo de la fiebre de la IA generativa y sus GPUs dominando el mercado de centros de datos, es fácil pensar que el éxito estaba garantizado. Pero el propio Huang insiste en que, en aquel momento, la historia era muy distinta:
- No había una demanda masiva de superordenadores de IA.
- Muchos directivos y empresas no veían claro el retorno de inversión.
- El concepto de entrenar modelos gigantescos de lenguaje todavía no era mainstream.
En ese escenario, la decisión de Musk de apostar por uno de los primeros superordenadores de NVIDIA para un proyecto de IA sin ánimo de lucro fue tanto una jugada visionaria como un impulso crítico para validar la apuesta tecnológica de la compañía.
OpenAI, ChatGPT y la narrativa de los orígenes
Históricamente, OpenAI se ha presentado como una organización cofundada por varias figuras del sector tecnológico, entre ellas el propio Elon Musk. Con el tiempo, la compañía evolucionó hacia un modelo más híbrido —con una rama “capped-profit”— y Musk se desvinculó de su gestión, lo que ha dado pie a fricciones públicas y demandas recientes.
Las declaraciones de Huang, sin embargo, ponen el foco en otra capa de la historia: la de la infraestructura. Más allá de los nombres y las estructuras societarias, recuerda que sin los primeros superordenadores de NVIDIA —y sin alguien dispuesto a apostar por ellos cuando nadie más lo hacía— el desarrollo de modelos como los que han dado lugar a ChatGPT habría sido mucho más lento o incluso inviable en esos primeros años.
Para el ecosistema de IA, el relato vincula tres piezas clave:
- NVIDIA, como proveedor de la potencia de cómputo.
- Elon Musk, como impulsor inicial y primer gran cliente en esa generación de hardware.
- OpenAI, como laboratorio donde se materializó esa visión en forma de modelos avanzados de lenguaje.
Cooperación temprana en un mercado hoy hipercompetitivo
Resulta especialmente llamativo escuchar esta historia en una fase en la que el mercado de la IA es mucho más competitivo y políticamente cargado:
- NVIDIA se ha convertido en pieza estratégica de la infraestructura global de IA.
- Musk lidera proyectos como xAI, rivales directos de otros grandes modelos fundacionales.
- OpenAI es hoy uno de los actores dominantes del sector, con un fuerte respaldo empresarial y comercial.
El testimonio de Huang funciona, en cierto modo, como recordatorio de que muchos de los gigantes actuales de la IA empezaron con colaboraciones mucho más informales, casi artesanales, donde un superordenador viajaba en el maletero de un coche rumbo a una pequeña oficina en San Francisco.
Y, sobre todo, refuerza la idea de que el futuro de la IA no solo se ha construido con algoritmos y papers, sino también con decisiones arriesgadas, confianza personal y primeras apuestas que, en su momento, parecían casi irracionales.



