La Inteligencia Artificial ya no es una herramienta: es el nuevo sistema operativo del mundo digital

José Luis Garrido Pariente analiza el avance de la IA en España y las tendencias del sector

De los chips a los motores de búsqueda, la IA ha dejado de ser una capa para convertirse en el núcleo que reorganiza toda la tecnología. Pero ¿cuál es el precio de esta eficiencia?

Durante años, la inteligencia artificial fue un complemento silencioso. Se usaba para mejorar recomendaciones, limpiar imágenes o transcribir audios. Un asistente útil, aunque invisible. Pero desde el lanzamiento de modelos como GPT-3 y la proliferación de grandes modelos fundacionales, algo fundamental ha cambiado. La IA ha dejado de estar integrada en el sistema para ser el sistema.

Hoy, no se trata de si la IA forma parte del software o del hardware, sino de cómo reconfigura por completo la pila tecnológica, desde el silicio hasta la interfaz de usuario. Vivimos una nueva era, no de integración, sino de dominación de la inteligencia artificial. Y eso está transformando no solo cómo usamos la tecnología, sino quién puede participar en su desarrollo.


1. El hardware se somete a la IA: los chips ya no son neutros

Hasta hace poco, los chips se diseñaban con un objetivo generalista: servir para todo tipo de cómputo. Ahora, el diseño de hardware gira en torno a una única tarea: entrenar y ejecutar modelos de inteligencia artificial.

El ejemplo más evidente es NVIDIA. Sus GPUs H100 no se usan ya para juegos o gráficos, sino para impulsar los modelos más avanzados del mundo. La escasez de estas tarjetas, su encarecimiento y el acaparamiento por parte de los grandes proveedores cloud reflejan una nueva jerarquía: el acceso al hardware especializado se ha convertido en una barrera de entrada para la innovación.

Apple promociona su Neural Engine como pilar del iPhone. Google y Amazon invierten en sus propios chips de IA (TPU y Inferentia). Microsoft colabora con AMD para crear sus aceleradores. Incluso los móviles de gama media ya no se definen por su cámara, sino por su “inteligencia en el dispositivo”.

La carrera ya no es por rendimiento general, sino por eficiencia en machine learning. En este nuevo contexto, quien controla el silicio controla el futuro.


2. La nube se redefine: ya no vende servidores, vende modelos

Amazon Web Services, Microsoft Azure o Google Cloud ya no se diferencian solo por escalabilidad o costes. Su valor diferencial está en qué modelos de IA pueden ofrecer, cómo de rápido se sirven y qué herramientas de fine-tuning o inferencia permiten.

Las nubes se han transformado en plataformas verticales, donde todo gira en torno a modelos propietarios como GPT, Claude, Gemini o LLaMA. El acceso a estos modelos está mediado por contratos, APIs y cuotas de uso. El concepto de una nube neutra y abierta se está desdibujando. Lo que importa ahora es quién puede ejecutar modelos y a qué coste.

Además, se consolida un nuevo “stack de poder” con tres elementos clave:

  • Propietario del modelo
  • Dueño del chip
  • Proveedor de la infraestructura

Quienes reúnen los tres (como Microsoft con OpenAI y Azure, o Google con Gemini y su TPU) lideran. Las startups, salvo que usen modelos open source, quedan subordinadas a esta arquitectura cerrada.


3. El software ya no se escribe solo: se co-crea con máquinas

Herramientas como GitHub Copilot, ChatGPT o Claude no solo ayudan a escribir código o redactar documentos. Están cambiando la dinámica del trabajo intelectual. El usuario ya no produce desde cero; ahora dialoga con un asistente que propone, corrige y anticipa.

Esto genera eficiencia, pero también implica una delegación del conocimiento. Se automatizan decisiones antes consideradas parte esencial del proceso creativo o técnico. En el ámbito educativo, laboral o incluso artístico, la IA reconfigura las habilidades necesarias: más gestión de prompts y menos comprensión profunda.

Y, de forma más preocupante, se empieza a consolidar una experiencia digital donde el descubrimiento se sustituye por la respuesta cerrada. Antes, buscar información implicaba comparar, contrastar, investigar. Hoy, con una sola consulta, una IA ofrece una síntesis segura, pulida, sin conflicto. La riqueza del proceso se sacrifica por la rapidez del resultado.


4. Del software modular a los ecosistemas cerrados

Durante décadas, Internet y el software se construyeron sobre principios modulares, con estándares abiertos y capas intercambiables. Hoy, todo tiende hacia una integración vertical impulsada por la IA.

Los asistentes inteligentes ya no solo están en buscadores. Se integran en navegadores, editores de texto, hojas de cálculo, sistemas operativos, aplicaciones de mensajería. ChatGPT se convierte en el copiloto de Windows. Gemini se incrusta en Android. Claude aparece en Slack o Notion.

La IA ya no es una función: es el centro de toda la experiencia digital.

Este movimiento reduce la diversidad del ecosistema. Cuando todas las plataformas usan modelos similares, entrenados con datos parecidos, servidos desde las mismas nubes, el resultado es una uniformidad peligrosa: menos opciones, menos competencia, más dependencia.


¿Qué estamos sacrificando?

El avance de la inteligencia artificial es imparable y, en muchos aspectos, deseable. Pero el coste no debe ignorarse:

  • Se concentra el poder tecnológico en unas pocas empresas.
  • Se limita el acceso a recursos clave como GPUs o grandes modelos.
  • Se modifican nuestras capacidades cognitivas al delegar en sistemas automatizados.
  • Se pierde diversidad y modularidad en el diseño de software.

Este no es un argumento en contra de la IA, sino una invitación a observar críticamente cómo se integra, quién la controla y qué espacios deja fuera.


¿Estamos diseñando el sistema o aceptando el que otros nos dan?

La IA no solo se ha añadido a la pila tecnológica: la ha devorado. Lo que antes era un conjunto flexible de capas abiertas, hoy se ha convertido en un bloque monolítico impulsado por modelos cerrados.

En este nuevo mundo, conviene preguntarse:
¿Seguimos teniendo voz como usuarios, desarrolladores y ciudadanos digitales?
¿O solo estamos aceptando el sistema que otros ya decidieron por nosotros?

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