OpenAI cede terreno a Hollywood: Sora solo podrá usar contenidos con copyright bajo permiso… y con reparto de ingresos

OpenAI ha dado marcha atrás en la política de propiedad intelectual de Sora, su app de vídeo generativo, tras días de críticas desde la industria del entretenimiento. La compañía introducirá controles para que los titulares de derechos decidan si sus personajes y obras pueden usarse en Sora, con la opción de bloquear su uso por completo o autorizarlo a cambio de un reparto de ingresos. El giro, confirmado por su CEO Sam Altman, llega después de que grandes estudios —Disney, entre ellos— rechazaran participar y optaran por bloquear el uso de sus IPs en la aplicación.

No es un matiz menor. El debate sobre quién controla las IP en la era de la IA generativa —y cómo se remunera su explotación— pasó en pocos días de ser una cuestión técnica a una prioridad reputacional y legal. El resultado de esa presión es una Sora con modo “opt-in” para derechos de terceros, noción de “ingresos compartidos” para quien decida licenciar su IP y una promesa de “más granularidad” en los controles: desde listas de personajes permitidos o prohibidos, hasta parámetros de uso y geografías.

En paralelo, OpenAI subraya que no pretende zanjar el asunto con una norma única desde el día uno. Altman admite que el marco de monetización “requerirá prueba y error” y que se pilotará primero en Sora antes de extenderlo a otros productos. Con ello, la compañía trata de recomponer puentes con una industria de la que depende para escalar su propuesta en entretenimiento y publicidad, a la vez que evita demandas que frenen la adopción.

De “opt-out” a “opt-in”: cómo se produjo el viraje

La aceleración es clave para entender el contexto. Sora —que se lanzó como app independiente en EE. UU. y Canadá— permitía generar vídeos cortos (≈10 segundos) y compartirlos en un flujo social. A las pocas horas, los usuarios inundaron la plataforma con clips que incluían IPs conocidas, forzando la reacción de estudios y agencias. Diversos medios apuntaron que OpenAI había comunicado a estudios un modelo de “opt-out”: sus personajes aparecerían salvo que la compañía lo impidiera mediante un “no” explícito. La respuesta de Hollywood fue inmediata: Disney optó por bloquear su IP y otros grandes grupos advirtieron de posibles acciones legales.

En cuestión de días, Altman publicitó un cambio: “más control” para los titulares de derechos, capacidad de bloqueo y, para quienes acepten, participación en ingresos. El énfasis pasó de “decidid si queréis salir” a “decidid si queréis entrar y cómo”. El movimiento no borrará la inquietud de los estudios —la memoria de 2024 incluye el choque por la voz similar a Scarlett Johansson y la polémica por estilos “a lo Ghibli”—, pero reduce la temperatura regulatoria y alinea a OpenAI con prácticas más aceptables en licenciamiento audiovisual.

Qué cambia para estudios, plataformas y usuarios

Para los estudios y titulares de derechos. Se abre una ventana de negociación que hasta ahora no existía. En un extremo, bloqueo total de su catálogo y personajes. En el otro, autorización condicionada (qué personajes, en qué contextos, territorios, duración, filtros) con pago asociado. Entre medias, fórmulas de licencia temporal, capas de brand safety y distribución limitada (por ejemplo, permitir fan art no comercial pero bloquear explotación publicitaria). El caso Disney señala el poder de veto de los grandes: no habrá uso de su IP mientras no exista un acuerdo de licencia firmado.

Para OpenAI y su producto. El reparto de ingresos es, además de un bálsamo reputacional, una palanca de negocio. OpenAI busca convertir a Sora en una plataforma viva de UGC con IP “oficial” en la que una parte de los ingresos —publicidad, suscripciones, “compras” de personajes o plantillas— fluya a los propietarios. Eso encarece el producto, pero amplía su atractivo para usuarios que quieren “jugar” con universos conocidos sin miedo a reclamaciones o derribos (takedowns).

Para los usuarios. Cambian las reglas de lo que se puede y no se puede pedir. Donde antes el filtro rechazaba nombres claramente protegidos, ahora el mensaje será configurable por IP: aparecer si la marca lo autoriza; bloquearse si no. A corto plazo, el catálogo visible en Sora puede volverse irregular (algunas franquicias sí, otras no; algunos países sí, otros no). A medio, la plataforma podría parecerse más a un mercado de licencias dinámico que a un simple motor generativo.

Riesgos legales y lecciones de la última semana

El episodio confirma que, en IA generativa, un lanzamiento precipitado puede convertirse en déjà vu legal. Para OpenAI, el riesgo era bifronte:

  1. Demandas por infracción de copyright, passing off o dilución de marca si Sora exhibía masivamente IP ajenas sin permiso;
  2. Investigación regulatoria si la empresa trasladaba la carga del “opt-out” a centenares de propietarios que no pidieron entrar.

El pivote a “opt-in” y el revenue share no inmunizan, pero alinean mejor el producto con el marco contractual que rige en entretenimiento: explotación mediante licencia; control creativo para el titular; compensación proporcional y auditoría de usos. Legalmente, también desactiva una narrativa peligrosa: la de que una big tech pretende redefinir el fair use por la vía de los hechos consumados.

¿Qué Sora hay hoy… y hacia dónde va?

La Sora actual, según ha detallado OpenAI a los medios, permite clips de hasta ≈10 segundos y funciona como app social donde crear y compartir. La compañía no ha publicado todavía un tarifario público ni límites definitivos para formatos más largos; sí ha avanzado que están por llegar funciones más avanzadas y mecanismos de verificación, como controles para impedir deepfakes de personas sin consentimiento. En paralelo, Altman ha dejado caer que el uso supera lo previsto y que se necesita monetización. La participación en ingresos con titulares de IP forma parte de esa ecuación.

Para Hollywood, Sora es ambivalente. Amenaza: una herramienta con capacidad de diseminar obras derivadas a escala y erosionar el control de marca. Oportunidad: un nuevo canal de fandom autorizado —“fan-made, officially licensed”— con royalties y descubrimiento de audiencia. No es casual que algunos ejecutivos hablen ya de “fan fiction interactiva con licencia”: un sandbox donde la creatividad del público conviva con límites comerciales.

¿Qué queda por resolver?

  1. Escala y reporting. Si Sora acoge miles de franquicias y millones de vídeos, ¿cómo y cada cuánto se reporta y distribuye el revenue share? ¿Por clip, por minuto visto, por descarga, por interacción?
  2. Grado de control. ¿Podrá un estudio marcar qué combinaciones de personajes prohíbe o limita (p. ej., para evitar mezclar universos o situaciones)? ¿Habrá filtros automáticos y revisión humana?
  3. Territorios y ventanas. La explotación audiovisual es un ecosistema de licencias por país y ventanas. ¿Permitirá Sora geobloquear usos de IP por regiones y calendarios?
  4. Responsabilidad del usuario. Incluso con licencias, ¿qué contenido es responsabilidad de OpenAI y qué del creador? ¿Quién responde ante difamación, derechos de imagen o uso indebido de marcas?
  5. Competencia y regulación. El campo de la IA generativa audiovisual no está vacío (Meta, Google, startups). ¿Se impondrá un modelo uniforme de licencias o cada actor improvisará? Y, sobre todo, ¿qué dirán los reguladores (EE. UU., UE) cuando el UGC sintético se convierta en tráfico masivo?

Lo que sí sabemos

  • OpenAI cambiará su política de copyright en Sora para dar control a los titulares de derechos, con bloqueo o autorización con pago.
  • Disney ha optado por el bloqueo, señal potente para el resto de estudios.
  • El modelo económico pasa por reparto de ingresos (en fase de pruebas), aún sin estándar único.
  • La app ha crecido a gran velocidad tras su lanzamiento en EE. UU. y Canadá, con vídeos cortos y flujo social integrado.
  • El discurso legal —de “todo vale salvo opt-out” a “solo con permiso”— ha cambiado en días, prueba de que la fricción entre IA y entretenimiento no está resuelta… pero se puede encauzar con contratos y dinero.

Para los creadores independientes, el nuevo esquema también tiene lectura: si Sora incorpora mercados de plantillas y música/fx con licencia, y si el revenue share no se limita a megacorporaciones, podría existir un camino de monetización para artistas y pequeñas IP. Ahí, la clave serán los mínimos de pago, la protección frente a plagio (por ejemplo, clones de estilo sin autorización) y la capacidad de “hacer marca” dentro de la app.

Qué mirar a partir de ahora

  • Los primeros acuerdos “sí”: qué estudios autorizan usos, en qué condiciones y con qué mínimos.
  • La letra pequeña del panel de control para titulares de derechos: API de gestión, métricas y fechas de liquidación.
  • La respuesta regulatoria: si las autoridades piden estándares comunes (etiquetado, watermarking, content provenance, age-gating).
  • La evolución del producto: duración máxima, formatos (vertical, 16:9, 9:16), audio con licencia, y verificación (para reducir abusos).
  • La competencia: si otros actores copian el modelo de licencias o doblan la apuesta por el fair use sin acuerdos.

En cualquier caso, el mensaje que envía OpenAI al mercado es claro: Sora no pretende convertirse en un coladero de IP ajena. Habrá permisos y, cuando los haya, habrá dinero de por medio. Lo contrario —cargar a Hollywood con la tarea de “opt-out” perpetuo— era insostenible técnica, legal y políticamente. El desenlace concreto —cómo se reparte el ingreso, quién decide fronteras creativas, cuánta libertad conserva el usuario— es, de momento, materia de negociación. Pero la dirección está fijada: IA generativa y contenidos con copyright solo convivirán si hay licencias… y compensación.


Preguntas frecuentes

¿Podrá Sora generar personajes de Disney u otras franquicias famosas?
Solo si el titular de derechos lo autoriza. OpenAI ha confirmado que los propietarios podrán bloquear o permitir el uso de sus personajes en Sora. Disney ha optado por bloquear su IP, por lo que no debería aparecer en la app mientras no exista un acuerdo de licencia.

¿Cómo funcionará el reparto de ingresos con los titulares de derechos?
OpenAI probará un marco de monetización para compartir ingresos con quienes autoricen su IP en Sora. Altman ha señalado que el modelo requerirá experimentación antes de fijar un estándar para Sora y otros productos de OpenAI.

¿Sora permite ahora cualquier uso de marcas y personajes sin permiso?
No. Tras la polémica del modelo “opt-out”, OpenAI camina hacia un sistema similar al “opt-in”, con controles granulares para derechos. Los titulares podrán definir reglas y bloquear usos. El objetivo es evitar que la app difunda masivamente contenido no autorizado.

¿Qué límites técnicos tiene Sora hoy para el usuario final?
La app —lanzada en EE. UU. y Canadá— permite crear vídeos cortos de alrededor de 10 segundos. OpenAI planea ampliar funciones y controles (por ejemplo, restricciones a deepfakes de personas sin consentimiento) y ajustar la monetización con el tiempo.


Fuentes: Reuters; The Hollywood Reporter; Business Insider/AOL; The Economic Times; Tribune; Finimize; Seeking Alpha; Asharq Al-Awsat.

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