Tipografía e inteligencia artificial: ¿el fin de la creatividad o una nueva era del diseño?

La inteligencia artificial no deja de expandirse, y ahora empieza a tocar un ámbito aparentemente intocable: la tipografía. Lo que durante siglos ha sido terreno de diseñadores, calígrafos y expertos en comunicación visual, podría estar a punto de reinventarse —o de desdibujarse— a manos de algoritmos que prometen adaptar las letras al estado de ánimo del lector, su velocidad de lectura o la hora del día.

La alerta, o quizás el anuncio, lo lanza Monotype, una de las compañías tipográficas más influyentes del mundo y propietaria de fuentes como Helvetica, Futura o Gill Sans. En su informe Re:Vision 2025, Monotype dibuja un futuro en el que las fuentes serán reactivas y dinámicas, capaces de cambiar según variables psicológicas, emocionales y ambientales del lector. Una idea tan fascinante como inquietante.

La propuesta va mucho más allá del diseño generativo: según Charles Nix, director creativo en Monotype, el futuro pasa por sistemas que «conecten a las personas con la tipografía que necesitan, donde sea que estén», citaba The Verge. Es decir, no solo generar letras, sino hacerlo de forma contextual e incluso personalizada en tiempo real.

Pero, ¿qué significa eso para la creatividad humana?

El espejismo de la automatización total

Como bien advierte Zeynep Akay, directora creativa en Dalton Maag, el entusiasmo por la inteligencia artificial en el diseño puede estar llevando a una peligrosa trivialización del proceso creativo. «Es como si nos quisieran convencer de que nuestras habilidades creativas son prescindibles», afirma Akay en el mismo artículo. No se trata de rechazar la IA, sino de no convertirla en excusa para desplazar al diseñador.

Dalton Maag, como muchas otras firmas, ya explora usos prácticos de la IA en tareas repetitivas: generación de tablas de kerning, programación de funciones OpenType o diagnóstico de errores técnicos. Pero dar el salto hacia una IA que tome decisiones de diseño autónomas es otro asunto. El riesgo es evidente: que la tecnología deje de ser una herramienta para convertirse en sustituto.

Un déjà vu tecnológico

Los paralelismos con la historia reciente son inevitables. A principios del siglo XX, el auge de la industrialización también dividió al mundo creativo. En Alemania, el Deutscher Werkbund abrió el debate sobre el arte frente a la producción en masa, y de ahí surgió una corriente que desembocó en la Bauhaus. Hoy el dilema se repite, pero en clave digital.

Incluso Akay sugiere que la situación actual recuerda a la burbuja puntocom: muchas promesas, pocas aplicaciones reales, un uso masivo de capital para buscar problemas que aún no existen. «Tenemos el pincel antes de saber cómo es el lienzo», sentencia.

Una oportunidad si se gestiona con responsabilidad

Aun así, sería injusto desestimar todo el potencial de la IA en tipografía. Para Nix, estamos ante una oportunidad histórica. “No se presentan muchas ocasiones en la vida para ver un cambio tan radical en la forma en que la tecnología se cruza con tu industria”, apunta. La clave, según él, es emplear la IA para eliminar las tareas mecánicas y abrir tiempo para lo que realmente requiere pensamiento creativo.

Lo que sí parece claro es que la IA no va a democratizar el diseño por sí sola. Al menos no mientras la creación tipográfica siga estando regulada por modelos de licencias y suscripciones. Que una IA pueda generar una fuente no significa que esté libre de derechos. Es probable que estas herramientas terminen integradas en los ecosistemas actuales —como parte de Adobe Creative Cloud o Monotype Fonts— con costes añadidos y sin acceso real al control creativo por parte del usuario.

Una advertencia para diseñadores y tecnólogos

La reflexión final va más allá de la tipografía. Lo que está en juego aquí es cómo entendemos el valor del trabajo intelectual y creativo en la era de la automatización. Como recuerda Akay, “la creatividad tiene valor precisamente porque no es rápida ni fácil, sino porque implica esfuerzo, criterio y riesgo”.

Si la inteligencia artificial va a formar parte del diseño, tiene que ser como aliada, no como sustituta. No todo lo que puede hacerse con IA debe hacerse. Y, desde luego, no hay ninguna razón para eliminar el criterio humano del proceso.

Puede que en el futuro las letras nos hablen, se muevan y se adapten. Pero si pierden el alma de quien las diseña, solo quedará ruido tipográfico. El reto no es evitar el cambio, sino asegurarnos de que lo dirigen personas, no sistemas opacos.

Fuente: The Verge

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