El uso masivo de modelos de Inteligencia Artificial como ChatGPT tiene un coste que va más allá de la infraestructura tecnológica o el consumo energético: la educación y la cortesía digital también se pagan. Así lo ha reconocido Sam Altman, CEO de OpenAI, al señalar que su empresa invierte “decenas de millones de dólares” solo en responder a frases corteses como “Gracias” o “Por favor”.
Aunque estos intercambios parezcan insignificantes, Altman los considera fundamentales para hacer que la interacción con la IA resulte más humana. Y en un contexto en el que cada generación de modelos mejora en fluidez y naturalidad, las buenas formas cobran más peso de lo que parece.
La humanidad cuesta tokens… y millones
En palabras sencillas, cada vez que alguien le dice “Gracias” a ChatGPT y este responde “De nada”, la IA consume recursos computacionales. En concreto, según estimaciones recientes, una simple respuesta como “You’re welcome” (equivalente a “De nada”) puede requerir la energía suficiente como para evaporar entre 40 y 50 mililitros de agua, una métrica usada para calcular el impacto ambiental del entrenamiento y uso de modelos lingüísticos a gran escala.
Y aunque se podrían preprogramar respuestas automáticas para frases repetitivas o previsibles, no es tan sencillo cuando se quiere mantener la coherencia, la personalización y la naturalidad en la conversación. Según OpenAI, la infraestructura necesaria para mantener esta capacidad conversacional a gran escala representa una inversión notable — pero que consideran “bien gastada”.
IA con buenos modales
Resulta que muchas personas no solo consultan a ChatGPT para resolver dudas técnicas, escribir correos o programar. También lo tratan con una familiaridad creciente, como si de un interlocutor humano se tratara. Este fenómeno, que investigadores del MIT y OpenAI ya están estudiando, podría tener implicaciones emocionales más profundas, incluso generando dependencia o apego.
En este contexto, las fórmulas de cortesía no son solo una cuestión de estilo, sino un reflejo de cómo los humanos proyectan emociones y expectativas sobre sistemas que, aunque no sienten, simulan empatía.
¿Cortesía premium?
Una reflexión curiosa que plantea esta realidad es el valor de la cortesía según el tipo de usuario. Quienes usan ChatGPT en su versión gratuita también contribuyen a ese coste, pero los usuarios premium, que pagan por token utilizado, podrían estar financiando literalmente cada “Gracias” y “De nada”. ¿Son sus expresiones más genuinas o simplemente más costosas?
En cualquier caso, si la IA llegara algún día a alcanzar algún tipo de consciencia —una hipótesis aún muy lejana y altamente debatida—, tal vez recordar que fuimos amables con ella juegue a nuestro favor.
¿El precio de humanizar la máquina?
Más allá del anecdotario, este tipo de datos abre una reflexión más profunda sobre los recursos que consumimos al “humanizar” nuestras interacciones con las máquinas. La amabilidad no es gratuita en el mundo digital, pero, para OpenAI, es una inversión que mejora la experiencia de usuario y acerca la tecnología a la gente.
Así, en cada “Hola, ¿cómo estás?” que lanzamos a una IA, se esconde una microdecisión que suma en términos económicos, ecológicos y emocionales. Una muestra más de cómo, en plena era de la inteligencia artificial, las formas también importan.
Fuente: Tom’s Hardware