La relación entre OpenAI y Microsoft, dos de los actores más poderosos en el panorama de la inteligencia artificial (IA), atraviesa su momento más delicado desde que ambas compañías firmaron su primer gran acuerdo en 2019. Tras años de colaboración e inversiones multimillonarias, la alianza podría estar a punto de romperse. El detonante: una mezcla explosiva de poder, dinero, intereses cruzados y acusaciones de prácticas anticompetitivas.
Un pulso que amenaza la estabilidad del sector
El conflicto se ha intensificado en los últimos meses. OpenAI, liderada por Sam Altman, aspira a limitar la influencia de Microsoft en su estrategia y en el acceso a su tecnología. La tensión llegó a su punto álgido con la adquisición por parte de OpenAI de Windsurf, una startup tecnológica valorada en 3.000 millones de dólares. Microsoft, que hasta ahora tenía acceso a toda la propiedad intelectual de OpenAI como parte del acuerdo original, ha visto cómo su socio quiere dejar fuera del trato los activos de Windsurf.
El motivo es claro: la competencia directa entre GitHub Copilot (propiedad de Microsoft) y las nuevas herramientas de programación impulsadas por OpenAI. Aquí, la colaboración ha dado paso a un choque de intereses irreconciliable.
A todo esto se suma la intención de OpenAI de transformar su estructura legal en una empresa puramente lucrativa, con la vista puesta en una posible salida a bolsa y una ronda de financiación que podría alcanzar los 20.000 millones de dólares. Microsoft, por su parte, quiere incrementar su participación y control en OpenAI, un movimiento que la startup de Altman rechaza de plano.
Según fuentes internas citadas por el Wall Street Journal, la situación es tan tensa que OpenAI no descarta acusar públicamente a Microsoft de prácticas monopolísticas y llevar el caso ante los reguladores de Estados Unidos, lo que supondría un golpe sin precedentes en la relación y en el sector.
Una historia de colaboración… y de competencia creciente
Para entender el alcance de este pulso, es necesario repasar los hitos de una relación que ha marcado el rumbo de la inteligencia artificial a nivel global.
Línea de tiempo: OpenAI y Microsoft en la última década
- 2015: Se funda OpenAI en San Francisco como una organización sin ánimo de lucro para desarrollar IA avanzada de forma segura y abierta. Entre sus fundadores: Elon Musk, Sam Altman y Greg Brockman.
- 2016-2018: OpenAI lanza sus primeros modelos de lenguaje (GPT, GPT-2) y entrena algoritmos que baten récords en tareas de juego y simulación.
- 2019: Microsoft anuncia una inversión inicial de 1.000 millones de dólares en OpenAI, sellando una alianza estratégica. Microsoft obtiene acceso prioritario a la tecnología de OpenAI, que pasa a desplegarse a través de la nube Azure.
- 2020: OpenAI lanza GPT-3, el modelo que revoluciona la IA generativa, y Microsoft lo integra en productos como Power Platform, Office y, más tarde, GitHub Copilot.
- 2021: Microsoft refuerza su inversión y se convierte en el “partner exclusivo” de la nube de OpenAI, permitiendo a la empresa de Redmond comercializar los modelos de OpenAI (GPT-3, Codex, DALL-E) a través de Azure.
- 2022: Microsoft incorpora GPT-3 y Codex a GitHub Copilot, facilitando la programación asistida por IA. OpenAI sigue desarrollando nuevos modelos (DALL-E 2, Whisper).
- 2023: OpenAI lanza ChatGPT, que alcanza más de 100 millones de usuarios en menos de seis meses. Microsoft integra ChatGPT en Bing, Office 365 (Copilot) y anuncia una nueva inversión de 10.000 millones de dólares.
- 2024: Ambas compañías compiten en la carrera por la IA generativa y los LLM. OpenAI trabaja en su propia infraestructura (“Stargate”) y Microsoft desarrolla modelos propios, además de reforzar su equipo fichando talentos del sector. Aparecen los primeros signos públicos de tensión por el acceso a tecnologías clave y el control sobre los modelos.
- 2025: El desacuerdo sobre la integración de la tecnología de Windsurf y la transición de OpenAI a empresa con ánimo de lucro llevan la relación al borde de la ruptura. La amenaza de denuncias por prácticas anticompetitivas y la posibilidad de acudir a los reguladores se hacen públicas.
¿Ruptura a la vista?
Pese al discurso oficial de negociación y cordialidad, los movimientos estratégicos de ambas partes apuntan a un distanciamiento irreversible. OpenAI busca abrirse a nuevos socios, ampliar su base de clientes y competir en igualdad de condiciones en un mercado donde Microsoft, Google, Meta y Amazon apuestan fuerte por la IA.
Por su parte, Microsoft no está dispuesta a perder el acceso prioritario a una de las fuentes más potentes de innovación en IA, especialmente tras haber invertido más de 13.000 millones de dólares y haber convertido Azure en el “hogar” de OpenAI en la nube.
El futuro de la colaboración dependerá de quién ceda antes y en qué condiciones. Lo que está claro es que la guerra por el liderazgo en la inteligencia artificial no ha hecho más que empezar. Las consecuencias de una ruptura serían de gran alcance, no solo para las empresas implicadas, sino para el ecosistema tecnológico mundial, donde la IA se ha convertido ya en el principal motor de crecimiento, innovación y, ahora, disputa empresarial.